Ninguno de sus montajes ni sus producciones pasan desapercibidas. Continuamente se supera, llegando a la fibra sensible del receptor y tanto su calidad de ejecución como el laborioso contenido hace que su trabajo sea reconocido como una gran obra, una más.
De Caramelo no dudó lo más mínimo en recurrir a él para lo que tenían entre manos; un montaje sangrista por antonomasia que, unido a otros atractivos que pudimos ver en esa noche mágica de Romería 2015, constituyó un espectáculo y un formato que no sólo será recordado mucho tiempo sino que será referencia futura en muchos conceptos.
No duden en verlo y si, a buen seguro, ya lo han visto, merece la pena volverlo a hacer.
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