Extraordinaria la convocatoria de la que pudimos disfrutar anoche. La preceptiva Cena de Navidad se convirtió en una oda a nuestra unión como componentes de un equipo de fútbol así como compañeros relacionados sentimentalmente por una buena amistad.
En definitiva, es evidente que las relaciones interpersonales son traducidas en el terreno de juego para bien o para mal.
En mi caso, me siento muy orgulloso de dirigir a este grupo de futbolistas y convivir con 22 chicos jóvenes embarcados en algo tan complicado, lo reconozco, como soportar mis exigencias.
Por supuesto no faltaron las risas y las anécdotas. Tampoco los mensajes de conjura para lo que nos resta de temporada competitiva que, aunque complicada, con la fuerza que irradian en grupo, los objetivos quedan más cercanos.
Cuando la temporada termine, o las siguientes, o cuando dejen de jugar y/o yo de entrenarles quedaremos las personas. Eso es precisanente lo que realmente hemos de cultivar. Un abrazo y gracias a todos.
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