Cumpliendo con la tradición y metidos ya de lleno en unas fechas muy señaladas en las que se suele hacer un alegato a lo entrañable de unos vocablos que, por desgracia, cada vez más se tornan utopía como paz, amor, bien, buenos deseos, felicidad... Ya casi nadie las pone en práctica en un mundo éste que hemos creado de intereses, prejuicios, envidias, falsedades y corruptelas. Y si alguien osa hacer mínima práctica de ellas, es tan superficial su efecto que pasa a todas luces desapercibido.
En la era de la comunicación, paradójicamente cada vez estamos más incomunicados sensorial y sentimentalmente. Quién no ha paseado por la calle y donde todo era saludos "buenos días", "hola", "cómo estás", "me alegro de verte", mientras ahora caminamos mirando hacia abajo a un aparatito móvil que nos tiene absorbidos. O quién no se sentaba en la mesa para comer en familia con las anécdotas de uno y otro tornándose en largos silencios porque todos vuelven a mirar el dichoso aparatito. Preferimos comprar a un niñ@ una nintendo DS en vez de ponernos a leer con él un libro...¡pero qué estamos haciendo!
Nos está pasando por encima un tsunami que no controlamos y que nos engulle a una inmensa mayoría de una población.
Poco importan hoy día valores que deben ser fundamentales en cuanto a la construcción de la personalidad y de la contribución de la misma a la sociedad. Poco importa el CÓMO se hacen las cosas, a la postre fuente de grato recuerdo futuro e ideal originario; el afán es llegar como sea, aun pisando al que se tenga al lado, ninguneándolo; aún mintiendo alevosamente, aún arrastrándose; haciendo servil reverencia de los que tienen el poder en todos los ámbitos de la vida.
Durante varios días todos nos felicitaremos, desearemos bondades y todo lo que marca el protocolo del léxico navideño pero volveremos a poner en práctica la realidad de desdecirnos y hacer mentira, a lo sumo medias verdades, a tenor de nuestros comportamientos.
Debemos hacer una reflexión profunda y no esperar a que momentáneamente se ablande nuestro corazón cuando somos objeto o lo son la gente que más cerca nos toca, de una enfermedad, desgracia o de una mala noticia para mostrarnos sensibles y, pasados unos días, volver a ser lobos los unos con los otros.
Este año, en estas fechas, es mi intención dejar un poco al margen los deseos navideños para los míos, que son mi familia, mis amig@s y la gente que me son más cercana (ell@s ya saben de sobra lo importante que son para mi cada día del año) sino de invitarles a la reflexión que podemos hacer cada día cuando vayamos a la cama y nos autoevaluemos para corregir en lo que nos hayamos equivocado afianzando igualmente nuestros aciertos. Seguro ello nos hará llegar real y no ficticiamente al amor, a la felicidad y al bien.
Debemos cambiar la sociedad, tenemos esta responsabilidad y estos cambios deben llegar desde la aportación de cada un@.
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