Nos pasamos la vida buscando orígenes, arjés o puntos de partida a partir de los cuáles algo dio comienzo, para maldecirlo, caso que la empresa no nos haya ido bien o para vanagloriarlo y eternizarlo si algo se nos vistió de éxito.
Todos nuestros puntos de partida fueron decisiones más o menos meditadas, pensadas o incluso visualizadas, seguro, todas con la pretensión de que nos saliera bien.
Pasado el tiempo, cuando es inevitable realizar balances, nos da que unas decisiones fueron equivocadas y otras acertadas. En cualquier caso fueron tomadas en un tiempo, contexto y situación puntuales.
Llegados a este punto del análisis que pretendo llegar a exponer, es tan importante y en mi caso le doy un papel tan preponderante al valor de las personas, las cosas y las situaciones que, sin duda, creo que la vida va de ello.
Si cotidianamente no le damos el valor idóneo y a la postre necesario a las personas, a las cosas y la situaciones que de verdad merecen la pena, normalmente esto suele pagarse caro.
Situaciones tan significativas como mostrar altanería o desarrollar superioridad porque la vida, puntualmente, a nivel de notoriedad, te haya elevado un poquito; no atender una llamada de tlf de alguien que fuera nuestro amigo con la consideración de que tu status ya no está para "perder el tiempo" con quien no ostenta tu nivel o considerar rutinarios determinados comportamientos que, por cotidianos, menoscaban la dignidad, los esfuerzos o logros de otras personas, la burbuja no será explotada de inmediato pero cuando el boomerang vuelva (porque todos vuelven cuando son lanzados, tarde o temprano), la respuesta quedará en exposición en forma de cobro y ahí el lamento se convierte en tortuoso e irremediable punzón.
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