Cualquier momento es bueno para sonreír. Trazar una curva en nuestra boca, acompañada de una sonora carcajada no es tarea fácil, y más en una época marcada por las malas noticias. Por eso, resulta imprescindible desconectar y recordar viejos personajes con los que la risa está garantizada. Mario Moreno, mayoritariamente conocido por su personaje de «Cantinflas», fue un actor y cómico mexicano, nacido a principios del siglo XX (1911) y fallecido un 20 de abril de 1993. Como decimos, gran parte de su fama se la debe al personaje de «Cantinflas», al que dio vida en la mayoría de las películas que rodó. Este personaje pícaro de buen corazón tenía cierto parecido con el Charlot de Charles Chaplin, aunque si algo caracterizaba al personaje mexicano era su disparatada e inagotable verborrea («Cantinflismo»: habilidad para hablar mucho y no decir nada). Sus caídos pantalones, su aspecto descuidado… eran características físicas que marcaban una forma muy personal de hacer humor y que lo convirtió en el genio cómico más popular que México ha dado. Un rasgo muy marcado en este actor era una profunda solidaridad. Por una parte, mediante sus interpretaciones, denunciaba las desigualdades sociales y la insolidaridad, y por otra parte, en la vida real, realizaba obras caritativas y llegó a montar una oficina para los necesitados. Entre sus títulos cinematográficos destacamos los siguientes: Ahí está el detalle (1940), Ni sangre ni arena (1941), El gendarme desconocido (1941), La vuelta al mundo en ochenta días (1957), El bolero de Raquel (1956) y El padrecito (1965), entre otros títulos.
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