jueves, 14 de mayo de 2015

POR AHÍ NO PASO


No puedo dejar de escribir ésto que voy a proceder a denunciar como protesta a una injusticia acaecida en un campo de fútbol, que desde mi punto de vista existe una alegalidad y una absoluta indefensión como en el caso que me ocupa.
Me considero una persona respetuosa, primero porque así me han educado y por supuesto porque por convicción tengo asumido. Ocurre que en el cargo que ostento de entrenador de un equipo de fútbol, además de la preparación que suele ofrecerse a nivel generalizado, tengo por obsesión ser cada día mejor y estar más preparado en todos los aspectos. Uno muy importante, importantísimo diría yo, es el autocontrol y la gestión adecuada de los momentos emocionales, más en un partido de fútbol en los que pueden llegar a ser cruciales tus decisiones si no se hacen desde el más absoluto raciocinio.
Este modo de comportamiento forma parte de mi entrenamiento con mi equipo. Siempre les digo a mis jugadores que se ha de respetar las decisiones arbitrales por ser parte inherente del juego, porque resulta infructuoso no hacerlo y porque resta concentración una protesta para la inmediatez del juego. 
Con todo, personalmente, sigo un protocolo en el que me tengo prohibido no asumir ni que me afecte emocionalmente ninguna decisión arbitral así como realizar ninguna protesta u observación en el acontecer del juego (lo digo tan categóricamente porque puedo demostrar que es así y toda la gente que está cerca mía en un partido puede dar fe de ello).
En el partido Santiponce- Atco. Sanlúcar, el árbitro Luis Soria Rivero a instancias de su juez asistente Juan Rafael Herrera Bizcocho ha incurrido en la grave equivocación de imputarme y hacer constar en acta unos insultos que JAMÁS he dicho ni pueda decir. 
Al término de este partido, a la recepción del acta, mi delegado (lo tengo justo a mi lado 90' del partido) se apresuró a notificarle estupefacto al colegiado que había un error, que eso que expresaba era una gran equivocación. Nada comparable a la impotencia, indignación y rabia por mi parte cuando he procedido a su lectura.
Raudo, mi club, ha emitido un recurso al comité de competición alertándole de la grave equivocación aportándole las identidades de cuanta gente me acompañaba. Incluso logré contactar con el árbitro para hacerle ver que tales hechos imputados eran una falsedad y una equivocación. En su mano estaba remitir al colegio de árbitros un anexo de rectificación.
La consecuencia ha sido una resolución de 2 partidos sin poder sentarme en el banquillo, algo que aunque manche mi curriculum (es la primera vez en mi vida que me sancionan) para nada me afecta deportivamente aunque sí profundamente en mi dignidad de correr con algo que no he cometido.
El comité esgrime que la veracidad del acta es inviolable salvo prueba irrefutable. Como no tengo elemento refutable más que mi propia palabra y los testimonios de la gente que me acompañaba (no válidos con ajuste a derecho) quedo en un estado de indefensión total no sé si por equivocación por mala fe o quién sabe por qué motivo a lo que mi respuesta será inmediata, una vez quedan cerradas las puertas federativas, a partir de una denuncia en un juzgado.
Es algo extraño para mi pero no va a quedar impune que se me acuse y castigue por algo que no he cometido ni caeré en la trampa de cometer. Por ahí no paso.
No puede ser dogma de fe que el texto de un acta siempre tenga carácter de blindaje obviando circunstancias particulares como ésto que me ha ocurrido lo cuál denuncio a través de recurso federativo (sin efecto), de esta denuncia en redes sociales e inmediatamente en un juzgado. 

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