En cuantas ocasiones somos tan ingenuos, supérfluos y vanales que idolatramos a algún personaje por el simple hecho de verlo continuamente en la televisión o los mismos mass media se han encargado de mostrárnoslo como tal, como el famoso al que debemos adorar. Toda esta corriente es inversamente proporcional al valor que solemos dar a otros personajes a los que se le encomiendan misiones primordiales, incluso para nuestra vida y nuestros intereses (médicos, personás anónimas que en un momento de nuestra vida resultaron fundamentales....) y otros héroes y heroínas a los que reconocemos su sacrificio, ejemplaridad por la vida que han vivido, su leyenda y el halo que han dejado; no por ello no siendo justo que se le reconozca.
Este es el caso de María de Villota. Todos tenemos una gran pena porque en el día de ayer nos haya dejado a la edad tan pronta de 33 años, más cuando la vida le diera, no hace mucho, otra oportunidad saliendo de un accidente casi mortal.
Y considero a esta chica como una heroína porque siempre ponía un sonrisa aunque el sinsabor o el golpe que le diera la vida fuera más fuerte. Son de esos personajes que pasan por la vida y nos aporta algo nuevo a lo que el mundanar devenir diario nos hace ser presos constantes de la mediocridad y adonde la corriente nos suele empujar a todo el mundo.
De ella debemos aprender que nada, ni siquiera lo más grave que nos pueda suceder, debe ser obstáculo para buscar la felicidad y apreciar que cada momento que nos brinda la vida es un regalo; y, por supuesto, que es esta fortuna se refleje constantemente en una sonrisa.
D.E.P. María de Villota, mujer valiente que quiso abrirse paso en un mundo del automovilismo sólo reconocido para hombres y que nos ha dejado un mensaje de superación y optimismo impertérrito.
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