No es difícil para mi proceder al análisis del partido disputado ayer por mi equipo en Villafranco si, desgraciadamente para nosotros, se ha repetido el mismo guión que en las 2 anteriores salidas en las que se han dado demasiadas coincidencias y todas ellas culminadas en un resultado final negativo.
Salida de Cantillana, nos pitan penalti en contra y hasta luego partido (2-1 perdimos); salida de Camas, nos pitan penalti en contra y hasta la vista partido (2-1 perdimos) y ayer en tierras marismeñas, nos pitan penalti en contra y a casa (1-0 perdimos).
Haciendo un análisis simplista nos podríamos quedar en que la Diosa Fortuna no nos acompaña cuando salimos a penalti por derrota, condicionando directamente el resultado final. En mi caso, he de ser un poco más consecuente y estudiar los porqués.
En cualquier caso, son 3 salidas y 3 derrotas. Ahí tenemos un escape que hemos de solventar. En ninguna de las 3 en rival nos ha superado en nada más que en lo más importante y determinante, el marcador y si bien es cierto que han sido errores muy puntualísimos los que han hecho que se den estos crueles resultados para nosotros, hemos de saber manejar estas situaciones. Sobre todo en aquéllas (esas sí que son para mi motivo de estudio y análisis) en las que encajar un gol supone un varapalo que nos cuesta adaptarnos y reaccionar haciendo fácil la tarea para nuestros rivales a partir de ese momento. No podemos esconder nuestra rabia cuando vemos que nuestros rivales nos superan sin ser mejores que nosotros en ningún aspecto del juego en todo el ancho de 90 minutos y sin proponer nada. A día de hoy (al menos en los 3 partidos disputados lejos de nuestro campo) servimos nuestra cabeza bien fácil y en bandeja de plata. Eso es una realidad que hay que corregir y afrontar.
Me falta apuntalar aún la idea de que cuando seguimos el camino trazado somos superiores a cualquier rival y cuando se da la circunstancia, propia de un juego como el fútbol, de encajar un gol existe una extraña transformación momentánea de cambio y abandono de nuestros principios para recurrir a otros que no nos llevan más que al desconcierto, a una falta de claridad de ideas y por consiguiente a unas dudas que se transforman en la obtención de ningún punto.
Bien saben mis jugadores que poco me preocupan ahora los resultados y sí compactar a unos chicos, insultantemente jóvenes, en la estructura de un equipo "a mi medida" y a la medida de un club con unos objetivos diferentes. Ésto lleva tiempo, una bien entendida paciencia y "muchas horas de vuelo". Ningún equipo, al menos de los que yo conozca, se hace si no a base de una gran concienciación de una idea y proyecto y sobre todo la perseverancia y rigor por parte de todos los integrantes del equipo.
Como de lo cuál, no tengo ninguna duda ni sobre mi ni de mis jugadores, seguiremos con el mismo guión a pesar de estas fatales coincidencias negativas.
El ambiente de tranquilidad, trabajo exigente y confianza dentro de nuestro vestuario es saludable y eso es lo único que me interesa a día de hoy. ¡Vamos equipo!
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