Qué más se puede decir de este deportista. Podemos pararnos nuevamente a recordar sus estratosféricos récords, su Príncipe de Asturias, todos su Grandes Slams conseguidos, sus máster 1000, su especialidad en la tierra con la planetaria marca de 8 Roland Garros. A pesar de quedar todo inigualable y casi inalcanzable, hay algo que siempre estará por encima de cualquiera de sus éxitos sobre la pista y no es otra cosa que su corazón de guerrero del deporte. Qué más podemos decir de él. No sé cómo se puede premiar un espíritu y unos valores para el deporte como tiene este chico, no sé qué organismo sería el encargado de hacer qué cosa para meter en una cajita como reliquia este espíritu y exponerlo por los siglos de los siglos en no sé qué pedestal pero lo que está claro es que algo hay que hacer. La pasta de la que está hecho este tío ha de conservarse para siempre como ejemplo de las generaciones de deportistas que se presenten por la faz de la tierra.
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