Domingo de almuerzo en familia, mirando la tele todos atónitos y la cuchara a medio camino de la boca. Mi madre de vez en cuando preguntaba qué significa 40-15, mi hermano que subió a casa porque en la suya, a riesgo de despertar al pequeño, no podía chillar los puntos de Nadal. El ambiente era el mismo que en cada Roland Garrós nos juntamos en torno a la tele para ver triunfar a los nuestros. Cada punto lo festejábamos saltando y gritando. No quiero pasar por alto los comentarios magistrales de Tomás Carbonell en la 1ª de TVE, es todo un crack y un entendido como pocos del tenis.
El jolglorio era apoteósico en el Olímpico de La Cartuja; el capitán argentino, con su mano izquierda manejaba a los hinchas argentinos y les daba orden de cuándo debían interrumpir el juego, cada punto era una odisea para ambos jugadores.....volvía a ser un partido de época. Del Potro ha estado magnífico dignificando a un gran tenista que es y a todo el país argentino. Pero el de enfrente era ni mas ni menos Nadal, el mejor tenista de todos los tiempos sobre la arcilla, el épico, impertérrito, la roca. Podrá perder pero jamás le doblegarán. Sus piernas, su poderío y, sobre todo, su mentalidad de acero han vuelto a darnos otra Copa Davis. Increíble e inolvidable todo lo que hemos vivido esta tarde en nuestra Sevilla que jamás ha fallado a citas de esta categoría. Hoy, otra vez, todo un país ha vibrado con su tenis y con un deportista de leyenda. Gracias España por parir a estos deportistas.
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