lunes, 8 de noviembre de 2010

PINTORES CON HISTORIA (V)

La rendición de Breda o
Las lanzas
Diego Velázquez, 1634
Óleo sobre lienzo • Barroco
307 cm × 367 cm
Museo del Prado, Madrid, España

El cuadro se pintó (junto con otros doce) para la decoración del denominado Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro, una especie de villa suburbana erigida por orden de Felipe IV de España al estilo de las existentes en Roma. Este gran palacio, formado por diversos pabellones entre amplios jardines, se construyó anexo al monasterio de San Jerónimo el Real, cuya iglesia aún subsiste a espaldas del Museo del Prado. El actual Parque del Retiro es una parte de aquellos terrenos. El Salón de Reinos era la estancia más relevante del conjunto, pues era donde Felipe IV recibía a los embajadores y demás autoridades extranjeras. A fin de impresionarles con una imagen de poder bélico y económico, se decidió decorar este gran salón con imágenes de los principales éxitos militares de España, si bien casi todos estos hechos eran relativamente antiguos y realmente España empezaba a menguar como potencia mundial. Junto con los cuadros relativos a batallas, se colgó otra serie de pinturas, debidas a Francisco de Zurbarán, sobre los Trabajos de Hércules, personaje mítico que los reyes españoles consideraban antepasado suyo. Para la serie de doce batallas, se convocó a Velázquez y a otros artistas, como Vicente Carducho, Jusepe Leonardo, Juan Bautista Maíno y Antonio de Pereda. Los dos últimos fueron, junto con Velázquez, quienes realizaron los cuadros actualmente más valorados por los críticos. Exceptuando un cuadro que resultó destruido (uno de los dos que pintó Zurbarán), la serie se conserva en el Museo del Prado si bien no se exhibe junta. Velázquez desarrolla el tema sin vanagloria ni sangre. Los dos protagonistas están en el centro de la escena y más parecen dialogar como amigos que como enemigos. Justino de Nassau aparece con las llaves de Breda en la mano y hace ademán de arrodillarse, lo cual es impedido por su contrincante que pone una mano sobre su hombro y le impide humillarse. En este sentido, es una ruptura con la tradicional representación del héroe militar, que solía representarse erguido sobre el derrotado, humillándolo. Igualmente se aleja del hieratismo que dominaban los cuadros de batallas. Velázquez representa con realismo al general Spínola, al que conocía personalmente, pues habían viajado juntos a Italia en 1629. Un realismo semejante, y caracterización individual se aprecia en los rostros de los soldados, que están tratados como retratos.

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