Hay situaciones en el fútbol que, por inesperadas que puedan resultar, a veces tienen una difícil gestión; más, si estamos hablando de la alta competición, manejar algunas situaciones se tornan muy, muy complejas. Cualquier entrenador que se precie ha de tener unos principios de funcionamiento muy asentados así como unas manos, derecha e izquierda, muy equilibradas para tener todo bajo control así como desenvolverse en situaciones extremas y que ningún acontecer, por muy variopinto que pueda resultar, llegue a sobrepasarte como para perder el control del grupo.
Un servidor, como cualquier otro colega con mis mismas inquietudes autodidactas y en un intento de autoaprendizaje, siempre suelo meterme en el papel de diversas situaciones que puedan dársele a un entrenador que ha de plantear algún partido determinado; que llegue al descanso para dar instrucciones a su equipo en situaciones "desesperadas" o cómo afrontar una semana de entrenamientos cuando hay una concatenación de derrotas o, incluso, cómo salir airoso de una posible desunión del grupo de trabajo, problema interno, desánimo momentáneo......
Seguro cualquiera de estos casos y cualquiera que sea el equipo que analicemos resulta ser un mundo y nadie mejor que su entrenador para su equipo sabe cuál es el diagnóstico del posible problema y cómo se ha de dar solución. Lo que sí tengo claro es que cuando se dan victorias importantes o derrotas dañinas nuestra querida raza humana no tiende más que a señalar culpables así como ensalzar a ángeles salvadores para intentar dar comprensión a desnivelado marcador que pueda darse.
Se tiende a buscar (por el aficionado de a pie es normal, lo crudo es que se sume a la vorágine la gente que tiene responsabilidad en ésto) un villano que crucificar y, como siempre, el entrenador es el elegido; inexorablemente, todo es parte del fútbol, es así.
Entre tanto, aún entendiendo la situación de estrés a la que se ve sometido un entrenador de estas alturas futbolísticas, como timón guía de su equipo y por ende de una afición y un sentimiento, éste siempre ha de tener la calma suficiente que le otorgue la clarividencia en las decisiones que debas tomar así como saber tocar la "fibra sensible" de los ejecutores de tus decisiones (los futbolistas) como respuesta a una situación límite.
En situaciones como éstas de llegar al vestuario en el descanso de un derbi, una final o un partido de máxima exigencia, hay que saber nadar contracorriente de la indignación generalizada creada, actuando de psicólogo, para levantar el ánimo y la autoconfianza herida así como, desde el punto de vista técnico dar con la clave revulsiva e intentar dar el giro de timón requerido para revertir la situación.
Atrás quedan, o al menos deben quedar, los vanos autoritarismos, los gritos y la histeria de los entrenadores que, a día de hoy todavía algunos le dan un gran valor, para voltear situaciones extremas que, aunque no lo quieras, suelen tornarse en perjudiciales para la salud.
Vaya desde aquí mi ánimo y mi comprensión a todos los entrenadores que puedan encontrarse en su camino este tipo de situaciones y sean ellos y su soledad los únicos faros guías para salir adelante.
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