viernes, 4 de noviembre de 2011

AFFAIRES ENTRENADOR/JUGADORES EN UN EQUIPO DE FÚTBOL

Si hablamos de conflictos y disputas como las Manzano/Reyes; Mancini/Tévez; Mourinho/Pedro León; Guardiola/Ibrahimovic; Clemente/Sarabia.....podemos deducir de qué tema os quiero hablar en este post. Desde mi visión de jugador que fui (tampoco tuve muchos entrenadores pero sí los suficientes como para ponerme en el lugar de ellos) y por supuesto desde la posición que ocupo hoy día como entrenador, he de decir que, a pesar del evidente análisis particular que nos llevaría al estudio de cada situación, sí confluyen circunstancias generales que son intrínsecas en todos los casos. Un equipo de fútbol no sólo es un grupo de futbolistas con características y cualidades distintas cuyo objetivo, marcado por el entrenador o filosofía del club, sea obtener máximo rendimiento de todos ellos con la meta última de la victoria. Son otras muchas las circunstancias que confluyen para se dé el exito o al menos hagan que puedan, por medio de ellas, acudir a su búsqueda. Hay un mensaje del entrenador que ha de llegar al grupo y debe ser percibido como tal, hay una cohesión de equipo que ha de cultivarse día a día. Para ello, desde el primer día, hay que dejar claro cuáles son los objetivos que va perseguir el grupo y qué responsabilidad pides a cada jugador. Por su idiosincrasia dentro del equipo, su peso específico o su veteranía, hay jugadores que han de mostrar más compromiso y han de dar más de sí siendo ejemplo de los demás. Éste, digamos, sería el ámbito general en el que debemos movernos. Surgen, por supuesto, en una convivencia de una temporada y 25 personalidades distintas diversos choques que han de ser resueltos casi de inmediato pero hay otros que no son correctamente manejados y se enquistan bien por orgullos o endiosamientos que hacen flaco favor al equipo y todos ellos con el mismo denominador común, la falta de comunicación.



Por un lado, el jugador es un personaje de ésta, a veces comedia llamada fútbol, que actúa como un niño pequeño que cree que es el centro del mundo. Piensa "soy yo y el equipo a mi alrededor" y tiene una percepción absolutamente egocéntrica de lo que es un equipo de fútbol; en muchas ocasiones no vé más allá de donde llega su radio de acción. Todo ello unido a que se ve respaldado por el elogio fácil de parte de la afición y la prensa, hacen que surja el acomodo y la falta de exigencia, enemigos números uno de cualquier entrenador. Por otro lado, el entrenador avalado, por supuesto, desde su posición de liderazgo y comandante de la nave, con la mejor imagen que tiene del campo desde fuera y del proceder de todo el grupo diariamente, a veces le lleva a la confusión una autoridad mal entendida que se convierte en autoritarismo o un afán incontrolado de mandar señales al grupo a través de actuaciones sesgadas contra algún jugador. Ni que decir tiene que la exigencia individual y grupal en pos del máximo rendimiento y las pautas de funcionamiento son materias intocables y aquél jugador que ose vulnerarlas debe ser llamado al orden. Y muy torpe sería por su parte tomar manía ante un jugador que a la postre sería tirar piedras contra su propio tejado así como la repercusión que supondría para la directiva del club que en estos casos no se piensa a quién ha de elegir para coger puerta, el entrenador.



Pero en todos estos casos de conflicto, si no son resueltos rápidamente, es el equipo el que pierde y quien sufre consecuencias en cuanto a convivencia grupal, malestar general, enquistamiento de la fuidez de las relaciones normales y todo ello traducido en el claro minoramiento del rendimiento deportivo. Es fundamental en estos casos atajar de inmediato las situaciones y retomar la comunciación entrenador/jugador para que cada uno desarrolle su función y sea el equipo quien quede por encima de figuras componentes del mismo como son el entrenador y el jugador.

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