Y la libertad llegó a su lugar para iluminar a todo el mundo… Eso fue lo que pensaría todas las personas cuando el 28 de octubre de 1886 el presidente estadounidense Grover Cleveland inauguró este monumento. La Estatua de la Libertad fue un regalo del pueblo francés a Norteamérica con motivo del aniversario de su independencia y como un signo de amistad entre los dos países. La realización de la estatua fue designada al escultor Frederic Auguste Bartholdi, mientras que toda la estructura interior de hierro (debía soportar fuertes rachas de viento) fue diseñada por Gustave Eiffel, el autor unos años más tarde de la conocida Torre Eiffel. La primera visión que tenían los inmigrantes europeos cuando llegaban al país de las oportunidades, constituye uno de los monumentos más conocidos de Nueva York, de Estados Unidos y del mundo entero; fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1984. El monumento mide un total de 92,99 metros, de los cuales 46,05 pertenecen a la propia estatua. En la corona de la cabeza existe un mirador con 25 ventanas que simbolizan las piedras preciosas encontradas en nuestro planeta; y sobre ella destacan 7 rayos relativos a los siete mares y continentes del mundo. En la tabla que sujeta su mano izquierda se puede leer «4 de julio de 1776» en número romanos, fecha en la que se firmó la Independencia Americana. Resaltamos la simbología de este monumento: la libertad y terminamos con un trozo del poema que figura en su base: «… Madre de los desterrados. Desde el faro de su mano brilla la bienvenida para todo el mundo…»
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