Hay algo que ya empieza a cansarme y no por el debate insistente en sí sino por el desconocimiento desencadenado.
En el fútbol surgen muchísimas modas que vienen y van pero, curiosamente, ésta, llega para quedarse.
Para quien no esté muy al tanto, siga la corriente de la masa y otros que ni se molestan en estudiarlo, el fútbol, además de ser el deporte más artístico de cuantos existen, de generar tanta expectación y ese estratosférico movimiento económico, es, en su esencia, un juego de aciertos y errores.
Estoy cansado de escuchar en debates, ver en titulares "que si tal equipo no ha merecido perder o ganar", "que si la suerte ha estado de su parte", "que si es justo o injusto...". Todas estas afirmaciones son categóricamente erróneas y quedan fuera de lugar quienes se las arroga, sea jugador, entrenador, directivo, periodista o aficionado.
Sólo existe el merecimiento si es la antesala de un acierto, hablar de de merecer o no es algo tan vacío y escueto tanto como el criterio tan volátil que es empleado.
¿Suerte?, no puede existir la suerte o la mala suerte circunspectas en un error o acierto ya que en tal caso no lo serían.
Y, en cuanto a la justicia en un juego, ¿cómo se barema lo injusto de lo injusto?, para algunos será que haya dominado más (materia también para debate), en qué zonas, quién ha tenido más posesión y en qué lugares, quién ha generado más ocasiones y para otros no..... La mayor justicia es transformar en gol el cómputo de las acciones desde el inicio de una jugada y ahí queda cerrado cualquier tipo de debate de suertes, merecimientos y justicias.
Cierto es que en el rectángulo más famoso del mundo tenemos, un público, 22 jugadores, un balón, un quinteto arbitral que interpreta unas reglas de juego que no todos los ejecutantes conocen, ni quizás parte de los espectadores. Si todo ello lo hacemos moverse, díganme si no da para, al menos hacer un esfuerzo por entender qué ocurre ahí abajo.
Existen varias claves que hay que tenerlas muy en cuenta, por generalistas y repetitivas en el juego. Es un deporte de equipo, por tanto, su rendimiento es directamente proporcional al grado de cohesión del mismo. Si se ejecutan, una vez que es compartida e interiorizada, una idea puesta en común por el entrenador y los jugadores unido a una abstracción de circunstancias que puedan sobrevenir en el juego como decisiones arbitrales, "olvido" de la acción anterior para que no influya en la posterior y la fe ciega en dicha idea que debe quedar bunquerizada, créanme que el devenir queda englobado solo en lo que nuestra capacitación alcance, quedando desterradas las suertes, merecimientos y justicias.
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