Suelo decir que, en deporte, todos hemos de aprender de todos. Más concretamente, como alguien de fútbol que puedo llegar a considerarme, creo que aún estamos muy por detrás de algunas otras modalidades deportivas en determinados aspectos.
Viendo estos días en la tele los Juegos Paralímpicos o el Mundial de Fútbol Sala no hacen sino confirmar esto que expongo. Es digno de ver cómo personas sin algún miembro o alguna otra merma que, para nosotros constituiría una pena insalvable, ellos tienen una capacidad suprema de superación obviando lo que hoy día es praxis generalizada entre humanos como es el confort, deambular por la zona fácil y la queja continua. En este sentido, quizás, el fútbol, por ser un deporte de gente (en su gran mayoría) idolatrada por la sociedad vaga en estos lodos y no les vendría mal sustituir cualquier entrenamiento por ver un ratito competir a estos superatletas paralímpicos.
Igualmente, respecto al Fútbol Sala, aparte del nivel técnico que exhiben, quizás hoy día menos valorado en detrimento de otros aspectos como la competitividad, la preparación física o mental, es para quedarse maravillado cómo interpretan tácticamente los ataques organizados, contraataques, transiciones o las defensas replegadas.
Son en estos partidos donde uno aprende o se reafirma en la importancia de superar defensas a partir de la creación de líneas de pase. El arte de imaginar y dibujar triángulos con los rivales es la manera más efectiva posible para progresar y de crear espacios en superioridad que, a la postre es la antesala de vencer a tu rival.
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