Valerón, extraordinario jugador con una interpretación del juego y de la pausa como casi ningún otro jugador español de la historia de este deporte
Hay algo que me trae de cabeza y por lo que estoy en conflicto continuo, sobre todo por la pugna que se genera entre mi concepción del fútbol y lo que la sociedad o los tiempos se han encargado de proyectar hacia este juego en lo que a ansiedad, precipitación, vértigo y desasosiego se generan por conseguir los objetivos.
Circunscribo un poco más mi argumentación en la pausa como atributo que está perdiéndose para este deporte y que en sus mentideros suelen contraponerse con la falta de competitividad, a todas luces afirmación errónea.
Cuando veo una tarea de una sesión de entrenamiento cualquiera consistente en un ataque del tipo 5 atacantes contra ningún defensor, donde estos atacantes han de ejecutar la acción de finalización con movimientos automatizados de permutas, desdoblamientos y obligados a hacerse en el menor tiempo posible, me lleva a meditar sobre qué se está haciendo de un juego que como decía Menotti "debe tener 3 dimensiones: espacio, tiempo y engaño". ¿Por qué se obvia la cultura táctica o arte de interpretar el juego?
La neurociencia tiene más que demostrado que el fútbol es un juego eminentemente de inteligencia por antonomasia en el que copa un especial valor, eso sí, la "velocidad" mental para ejecutar decisiones "correctas" en el menor tiempo posible y desde mi punto de vista, además de gestión de momentos. La velocidad como concepto físico entendido, no es más que una mera superficialidad poco relevante en la eficiencia del juego; en contraposición de la pausa generadora de velocidad (entiéndase ésta como la capacidad de retener momentáneamente el balón mientras los compañeros, generan espacios o ejecutan otros movimientos en el menor tiempo posible para sorprender al rival).
Un exceso de "velocidad" en el juego (entendida como precipitación) no lleva más que a no sacar ventaja de los movimientos, a regalar espacios y por ende a volver a empezar cuando he sido despojado del balón.
Nuestra forma de vida actual es generadora de precipitación, exigencia desmedida incluso contra principios, de querer hacer muchas cosas en poco tiempo, de presión impuesta o autoimpuesta, de estrés y algo de ésto estamos trasladando al fútbol donde la pausa es un componente primordial.
Los entrenadores que sean capaces de irradiar pausa a sus futbolistas para la toma de decisiones correctas y aquellos futbolistas que optimicen aquella velocidad mental que construyen en la simple percepción de la jugada en una ejecución adecuada harán que su fútbol sea más eficiente y por consiguiente se esté más cerca de ganar, aunque, eso sí, ello suponga una lucha contra la corriente arrolladora en la que hemos convertido la vida actual.
La neurociencia tiene más que demostrado que el fútbol es un juego eminentemente de inteligencia por antonomasia en el que copa un especial valor, eso sí, la "velocidad" mental para ejecutar decisiones "correctas" en el menor tiempo posible y desde mi punto de vista, además de gestión de momentos. La velocidad como concepto físico entendido, no es más que una mera superficialidad poco relevante en la eficiencia del juego; en contraposición de la pausa generadora de velocidad (entiéndase ésta como la capacidad de retener momentáneamente el balón mientras los compañeros, generan espacios o ejecutan otros movimientos en el menor tiempo posible para sorprender al rival).
Un exceso de "velocidad" en el juego (entendida como precipitación) no lleva más que a no sacar ventaja de los movimientos, a regalar espacios y por ende a volver a empezar cuando he sido despojado del balón.
Nuestra forma de vida actual es generadora de precipitación, exigencia desmedida incluso contra principios, de querer hacer muchas cosas en poco tiempo, de presión impuesta o autoimpuesta, de estrés y algo de ésto estamos trasladando al fútbol donde la pausa es un componente primordial.
Los entrenadores que sean capaces de irradiar pausa a sus futbolistas para la toma de decisiones correctas y aquellos futbolistas que optimicen aquella velocidad mental que construyen en la simple percepción de la jugada en una ejecución adecuada harán que su fútbol sea más eficiente y por consiguiente se esté más cerca de ganar, aunque, eso sí, ello suponga una lucha contra la corriente arrolladora en la que hemos convertido la vida actual.
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