Se me hace difícil digerir después de ver cómo entrenan mis futbolistas, a qué nivel son capaces de llegar y cómo de "enchufados" están en cada sesión; y si a ello le unimos la extraordinaria convivencia que han adquirido así como la comunión con una idea de fútbol, aún se me hace más desaclaratorio observar cómo nuestra preparación no tiene transferencia el día de la competición, donde te puntúan y el día en el que se nos examina. Bien saben mis futbolistas así como todo el que se acerca por el campo de fútbol para ver nuestros partidos que no somos un equipo que nos conformemos con un simple aprobado. Nuestra exigencia nos empuja a la excelencia conceptual que nos lleve al sobresaliente y este procedimiento es llevado a cabo en cada jornada para crecer como futbolistas dentro de esta exigente competición.
Los partidos contra Calavera y el del día de hoy ante el Demo lo teníamos señalado en rojo para meternos nuevamente de lleno en la lucha por los primeros puestos y el resultado de ambos no ha podido ser más desalentador. El primero de ellos fue un auténtico partidazo con un Calavera intratable en la primera parte y un equipo, el nuestro, en la segunda rayando a una gran altura futbolística pero el de hoy ha sido un canto a la mediocridad, en cuanto a la determinación de las tareas propias de un partido competitivo, por nuestra parte.
Aún a estas horas de la noche no entiendo cómo mi equipo ha caído en la desidia de sentirse cómodo sólo dominando todos los aspectos del juego sin imponerse en el marcador y sin una, como se nos debe presumir, una abrumadora batería de llegadas al área rival.
Hemos ocupado bien los espacios, hemos movido bien el balón, hemos llegado puntualmente a portería con ocasiones claras pero de nuevo no hemos acertado para marcar. En cambio hemos vuelto a ser el mejor rival posible para nuestros rivales de tal forma que hemos sido blanditos defensivamente cuando había de ser contundentes, hemos dado facilidades en la disputa del balón, también poco contundentes en la finalización haciendo bueno el dicho que "se está conviertiendo muy fácil ganarnos" y, lo que más me ha molestado porque traiciona nuestra concepción y filosofía de juego, hemos dado la espalda a nuestro espíritu de lucha y empuje por ganar. Extrañamente he percibido una actitud generalizada de conformismo, algo que ha hecho retorcerme de rabia interior.
No me vale saber que hemos sido superiores a nuestro rival si el marcador no lo ha reflejado, que nos han marcado en el m. 4 de descuento o que no hayan llegado más que las dos veces de ambos goles recibidos, que hayamos dado en el larguero cuando todo el mundo cantó gol o que el árbitro (jamás me había ocurrido algo igual por lo que otra cosita más para agregar en el libro de anécdotas) me obligara a hacer un cambio, como si de partido amistoso se tratase, para no expulsar a un jugador que ya tenía tarjeta amarilla.
Nos despedimos mal del año, quedándonos en una posición mediocre en la tabla y una sensación rara y contradictoria.
Con todo, nada me va a amilanar para buscar soluciones y hacer reaccionar a un equipo que, a pesar de nuestras limitaciones, no debe conformarse jamás con no ir a ganar cada partido poniendo todo su alma.
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