Hay algo que nos obliga a mirar a nuestro alrededor y ponernos en la piel de todas esas personas cuyas casas u hogares están formadas por las calles y plazas de nuestras ciudades. Los Sin Techo reivindican ante los ojos de la sociedad el drama cotidiano que viven miles de personas en nuestro país. Que no por callado y silencioso, deja de ser una grave situación estructural, que permanece en el tiempo, y ante la que no caben sólo actuaciones de emergencia, a las que tan acostumbrados estamos. La crisis ha hecho que hoy en España más de 30.000 personas no tengan dónde cobijarse para dormir. De ellos el 45 por ciento son inmigrantes, pero también hay otros datos reveladores, por ejemplo el 10 por ciento de las personas que duermen en la calle tienen títulos universitarios.Bajo el lema: «Todos somos ciudadanos. Nadie sin hogar», se persigue salvaguardar los derechos de las personas sin hogar. Es una necesidad, no un lujo, y no es una cuestión de los «derechos de la mayoría» contra los «derechos de unos pocos». El cómo un país trata a los más débiles refleja su abordaje de los derechos humanos.Su aspecto o forma de comportarse son una barrera para el resto de la sociedad que no toma en cuenta su situación social y su sufrimiento: dormir en la calle, hablar solos, estar enfermos, la falta de higiene, son realidades a las que nos hemos acostumbrado y hemos aceptado como normales. Pero ser una persona en situación de sin hogar no le quita ni un ápice de su dignidad de ser humano y tiene los mismos derechos que cualquier ciudadano.
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