Los cítricos como las naranjas y las mandarinas son las frutas de invierno por excelencia. De la misma familia son los pomelos o toronjas, los limones y las limas, si bien el consumo de estos últimos queda relegado a recetas concretas o momentos determinados. Los cítricos son una fuente destacable de flavonoides (naringenina, hesperidina o limoneno), vitamina C y folatos, nutrientes que en conjunto preservan la salud cardiovascular a través de distintos mecanismos biológicos de acción. Además, de manera indirecta, el consumo de un cítrico al día acelera la recuperación en caso de anemia ferropénica. Con la ingesta de una naranja mediana o tres mandarinas al día se cubren los requerimientos diarios de vitamina C, que participa en la salud del colágeno y las articulaciones, en las reacciones de oxidación y en el sistema de defensas. Naranjas y mandarinas, por ejemplo, contribuyen a mejorar nuestra dieta debido a su gran aporte de ácido fólico. Este ácido forma parte del ciclo metabólico que permite la reducción de los niveles de homocisteína, un metabolito intermedio del cual se sabe con certeza que, en exceso y de manera independiente a los niveles plasmáticos de colesterol, es un factor de riesgo cardiovascular. El zumo de cítricos proporciona una buena dosis de azúcares y, combinado con la misma proporción de agua y una pizca de sal, se convierte en una bebida isotónica para deportistas. Es una alternativa más nutritiva que las bebidas comerciales ya que, además de los constituyentes elementales (sales minerales), proporciona vitaminas, minerales y antioxidantes, que marcan la diferencia.
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