Corría el mes de septiembre de 1991 cuando Erika y Helmut Simon, dos montañeros alemanes, encontraban un cadáver en los Alpes, en la frontera entre Austria e Italia, a 3.210 metros de altura. Por su excelente estado de conservación pensaron que se trataba de una muerte reciente, algún alpinista que hubiera sufrido un accidente. Avisaron a la policía de ambos estados pero el rescate del cuerpo no pudo realizarse hasta cuatro días después por las malas condiciones meteorológicas. Fue la policía austriaca la que llegó primero y guardó el cuerpo en una de las bolsas que habitualmente se usan para guardar los cadáveres. Hasta un día después en que llamaron a un especialista, Ötzi era un cuerpo más de la morgue. La sorpresa fue mayúscula: La primera estimación le situaba hace 4.000 años. Después, tras una datación con Carbono 14 se concretó más, Ötzi vivió entre 3.350 y 3.100 años a.C., en el comienzo de la Edad de Bronce en Europa (el periodo más reciente del Neolítico) y 600 antes de la construcción de las pirámides de Giza. Ötzi, el hombre de los hielos, medía 1,60 metros, pesaba unos 50 kilos y tenía el rostro arrugado y envejecido, así como una barba larga de color claro y unos ojos oscuros. Esta es al menos la reconstrucción que unos investigadores holandeses han hecho del singular individuo que murió hace más de 5.200 años y que, gracias a hielo y el frío, se ha conservado en muy buen estado hasta nuestros días. La reconstrucción, así como los restos originales, pueden contemplarse en en el Museo de Arqueología del Sur del Tirol, en la ciudad de Bolzano (Italia). Se espera que en abril se publique el primer análisis del ADN. Utilizando avanzada tecnología forense, imágenes en infrarrojo y tomografías, Alfons y Adrie Kennis, especialistas en historia natural y paleontología, han obtenido como resultado un humano mucho menos recio y fornido de lo que se pensaba hasta ahora. Ötzi, que tenía unos 45 años en el momento de morir, habría calzado un 38 en caso de vivir actualmente. Los mismos especialistas holandeses ya reconstruyeron diversos individuos de los yacimientos de Atapuerca. La hipótesis más verosímil es que la causa de la muerte fue una pérdida masiva de sangre ocasionada por un flechazo que le atravesó el tórax. El cadáver congelado fue descubierto en el glaciar de Tisenjoch, situado a unos 3.300 metros de altitud en la frontera entre Austria e Italia, por dos excursionistas alemanes que lo confundieron con un montañero despeñado unos meses antes. El cuerpo fue recuperado y trasladado a Innsbruck, donde se determinó que tenía unos 5.000 años. Los restos originales se conservan momificados -6º en Bolzano. También se han conservado las ropas diversos útiles, incluyendo un cuchillo y un hacha.
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