miércoles, 26 de diciembre de 2018

2019, 365 NUEVAS OPORTUNIDADES


Casi sin darnos cuenta, por la velocidad en la que viajamos, llegados a este momento de cada año suele surgirme la necesidad de tirar la vista atrás y obligarme a reflexionar, más que nada para aprender algo de esta vorágine de estrés y desenfreno a la que llamamos vivir así como hacer un repaso del devenir de este 2018 que me haya podido acontecer. Al menos para saborear un poco los buenos momentos ya que in situ resultan tarea casi imposible por cómo nuestro cerebro está configurado para programar el minuto siguiente y casi nunca disfrutar el corriente.
Sin duda, nunca comenzó mejor un año en mi vida que como éste. Estrenándolo, en su primer día, vino al mundo mi pequeño José Manuel. La vida me volvió a premiar con algo tan maravilloso que no hay nada comparable a ver asomar al mundo al que, junto a su hermanita, son el timón de mi vida.

El día a día es el que se hace un poco más duro y frustrante si la materia en cuestión son las relaciones humanas, asignatura esta que debiera ser universitaria. Cuantos más años voy cumpliendo más desencanto encuentro entre la gran mayoría de la gente a la que trato. Tengo la sensación que se haya instaurado la prevalencia del interés, el desapego y la falsedad entre el proceder cotidiano de la gente. El dinero lo compra todo, bueno, todo no, la dignidad no. Hemos convertido el mundo en un teatro en el que nuestra interpretación cada vez es de mayor calidad para aparecer con una cara u otra según convenga. La naturalidad y la sinceridad se han extinguido de la convivencia humana, casi todo es mentira. Siento frustración por ello y perpetuamente entristecido de que sea así.
Me encuentro cada día a gente que no comete errores por descuido sino a sabiendas y con la premeditación de hacer daño, ¿cómo es posible ésto?
Imagino que estos cambios negativos de la conducta humana vienen a colación en parte al disparate que supone estar absorbidos por los teléfonos móviles y las redes sociales, si de sus excesos hablamos; o quizás no, quizás la maldad pueda ser el virus del siglo XXI, aunque andemos buscando otros. ¡Qué desengaño de nuevo siglo!.
Pero nada de todo ello va a ensombrecer la inmensa fortuna de estar rodeado como lo estoy de toda mi familia y  la gente a la que estimo. En este 2018 que llega a su fin, he tenido la oportunidad de sumar un año más para quererlos y el premio de estar junto a ellos (si Dios quiere, y todo vaya bien, mi sobrino Mateo llegará en pocos días para sumarse a los nuestros).
Para 2019 intentaré renovar mi sentimiento de fraternidad hacia los míos. Intentaré mejorar en todos los ámbitos controlables por mi. Intentaré ser más selectivo y menos confiado y transparente, a nivel deportivo, con quién real y fehacientemente busque lo que mi trabajo y capacidad pueda ofrecer. Si no llega algo que me motive, me quedo, sin problemas, en casa en asueto deportivo.
 En definitiva, porque es nuestra misión en la vida, intentaré estar preparado y seguir avanzando en cuanto a mis materias personales me refiero, aunque soy consciente que algunas oportunidades ya se esfumaron.

Y con la fe y esperanza que tenemos depositadas en ello, 2019 debe ser un premio a la lucha contra esa maldición que tiene en vilo a mi gente. Saldrás, sin duda.

Pensemos que nuestro paso por este mundo es efímero, por no decir superlativamente efímero y las tentaciones ostentatorias y vacías de un mínimo contenido humano no llegan sino a diluirse y volatilizarse en el olvido sin dejar rastro alguno, no somos nada ni nadie (por si alguien se cree algo). Tenemos una grandiosa oportunidad de pararnos a pensar y meditar que nuestra conducta puede cambiar el mundo, 2019 nos dará 365 nuevas oportunidades.

No hay comentarios: